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Sánchez Isidoro. El desacato judicial.

OFF THE RECORD

La presencia del Ejército Mexicano se ampliará a Coacalco. Ahí asesinaron a tres personas hace menos de quince días. El problema de la inseguridad le ha explotado en las manos a su alcalde David Sánchez Isidoro. El priísta, que por segunda vez funge como presidente municipal, ha mostrado incapacidad para resolver la violencia. Con la presencia de 100 efectivos militares y de la Policía Federal pretende inhibir un problema asentado en su municipio.

Antes fue Cuautitlán Izcalli, donde al alcalde Karim Carvallo también le mandaron el apoyo de las fuerzas castrenses. El viernes 10 de enero, se reportaron cinco ejecuciones en distintos puntos del municipio. Los ediles están de ornato, administran la inercia, atienden lo urgente pero en el fondo no resuelven las demandas de la población. La violencia les ha rebasado, y el gobierno federal ha tenido que salir a su rescate. No hay panorama alentador.

La zona limítrofe con Michoacán se ha convertido en el centro de mayor preocupación. Los cuerpos de inteligencia tienen identificados a células criminales que han migrado al Estado de México, aquí operan como una organización delictiva expansiva. El desastre que se vive en Michoacán podría replicarse en comunidades rurales, cercanas al sur de la entidad. Quienes conocen del tema saben que la presencia militar y policíaca es insuficiente.

El círculo de calamidad se cierra en los llamados polígonos delictivos que integran los municipios de Toluca, Ecatepec y Nezahualcóyotl, donde se han concentrado los esfuerzos del gobierno federal durante el último año para prevenir y erradicar la violencia. La zona oriente se ha convertido en un tiradero de cadáveres muy preocupante. Adiós ha quedado el discurso de justificaciones sobre casos aislados. Lo peor, es que con todo y nuevo vocero, parece ser que ni siquiera hay discurso.

Las policías municipales no sirven. No tienen capacitación, ni estado de fuerza y mucho menos armamento para hacer frente al crimen. Tampoco es un mero asunto de cuerpos de seguridad, sino de prevención del delito. En el peor de los casos, impera la infiltración de bandas delincuenciales en las corporaciones locales. Del fiasco del Mando Único ya nadie se acuerde, o buscan que el asunto se olvide, para no exhibir un proyecto fallido. Otro más en seguridad.

El año pasado, las tesorerías municipales reventaron a causa de las enormes deudas heredadas por sus antecesores. A un año de su mandato, la criminalidad ha causado una nueva crisis, quizá más aguda que la económica. Ya sea Enrique Peña o Eruviel Ávila, pero los alcaldes simplemente no atan, ni desatan. Paso a paso, los ediles priístas cavan su tumba y abren el camino para el regreso al poder de panistas y perredistas. En el pecado llevarán su penitencia.