En la víspera, el periódico español La Vanguardia y la agencia de noticias italiana Ansa, han puesto en la mirilla al ex obispo de Toluca, Francisco Robles Ortega, como posible «papable» en las horas previas al inicio del cónclave anunciado para mañana martes 12 de marzo. Robles, le insistimos, es un jerarca católico mexicano de amplia cercanía con el Presidente Enrique Peña quien tiene agendado visitar El Vaticano el próximo fin de semana, cuando se prevé ya exista sucesor de Benedicto XVI.
Entre las cualidades atribuidas a Francisco Robles se destacan su edad y su carácter. Es además considerado un «experto en el diálogo entre religiones». Su origen latinoamericano también lo hace un candidato atractivo para hacer frente a la crisis de credibilidad que atraviesa la Iglesia Católica. En las últimas horas, su nombre ha saltado en la baraja de posibilidades de quienes aspiran, con cierta robustez, al proceso sucesorio de Joseph Ratzinger.
En paralelo, el ex dirigente nacional del PRI, Mariano Palacios Alcocer, fue designado embajador de México en El Vaticano. Palacios Alcocer se la jugó con Roberto Madrazo en 2006, y le tendió una trampa a Arturo Montiel en la convocatoria de la elección del candidato tricolor que era favorable al tabasqueño. Vueltas da la vida, al ser beneficiado por el sucesor de Arturo en el Estado de México, y actual Presidente de México. Mariano fue enviado a tierras lejanas por el canciller José Antonio Meade.
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Los mexiquenses se han vuelto en operadores políticos obligados en las denominadas reformas estructurales que empuja Peña Nieto. Primero fue la reforma educativa, a cargo del ex gobernador, Emilio Chuayffet. Desde este lunes entrará en debate la reforma de telecomunicaciones, cuyo cabildeo será responsabilidad de Gerardo Ruiz Esparza, el alfil político del ex gobernador Alfredo del Mazo. Y se estima que en el segundo semestre tocará el turno al secretario de Hacienda Luis Videgaray, con la respectiva reforma fiscal.
De entrada, se ve que las grandes confianzas de Enrique se concentran en los mexiquenses, con quienes compartió gobierno como mandatario, y con quienes pretende consolidar su proyecto político. No es gratuito el mote que ha ido cobrando fuerza entre la clase política del país, cuando se refieren al gabinete peñista, bautizado como el “Toluca Power”. Dicen que lo más favorable en el mundillo de la política en el actual sexenio es ser de Toluca, pero ser de Atlacomulco ni dudarlo.
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El ajonjolí de todos los moles, y no precisamente poblanos, es el senador panista Javier Lozano. El ex secretario del Trabajo ha sido contactado por un grupo de panistas desesperados por la crisis que atraviesa el partido en el Estado de México y el desaseo que ha dejado la operación política de Gustavo Madero, para ungir como dirigente blanquiazul a Oscar Sánchez Juárez.
Por ahora Lozano ha manifestado que la situación del panismo mexiquense es “un tiradero”, pero sin comprometerse a tratar de solucionar el desastre que se tiene, y que es adjudicado en gran medida, al grupo político que comanda el diputado local Ulises Ramírez.