La reunión que sostendrán Enrique Peña Nieto, Barack Obama y Stephen Harper para relanzar el Tratado del Libre Comercio será en el Estado de México. Aún no está definido si será en Valle de Bravo o Ixtapan de la Sal, lo que es un hecho es que el próximo 19 de febrero los tres mandatarios norteamericanos estarán en territorio mexiquense para discutir una nueva etapa sobre el Tratado del Libre Comercio. Todo ello se discutió ayer en la cancillería.
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Por más que se quiera minimizar, la cruenta violencia con que arranca el año tiene entrampado al gobierno de Eruviel Ávila. El Estado de México está pasando del foco amarillo al foco rojo en la alerta de inseguridad a nivel nacional. Está marcado por su colindancia con Michoacán, pero la criminalidad está asentada en el punto geográfico opuesto: la zona oriente, caracterizada por sus regiones urbanas, cinturones de miseria, alta densidad poblacional y pocas oportunidades de educación y empleo.
El Mando Único está por cumplir un año de operación, y se ha convertido en un auténtico fracaso. No existe coordinación entre las Policías Estatal y Municipales. Tal parece que sólo se cumplió con la foto, la firma y los acuerdos quedaron empolvados en el archivero. La certificación de policías tampoco se ha cumplido satisfactoriamente, y mucho menos parece ser solución para resolver lo urgente. Los mexiquenses están asolados por la violencia que impera en el estado.
La militarización como respuesta es sólo síntoma de la incapacidad local para combatir al crimen. La presencia del Ejército Mexicano y la Marina en la colindancia con Michoacán no da un buen augurio en lo inmediato. De nada sirvió el cambio de nombre a la pomposa Secretaría de Seguridad Ciudadana, que presupuestalmente le cuesta más dinero a los ciudadanos, pero no hay resultados de lo que ahí se gasta. Un fracaso más a la larga lista.
La Procuraduría de Justicia se encuentra cerrada de ojos. En el ámbito de su competencia simula acciones o de plano resulta omisa. La impunidad es, como lo hemos descrito aquí antes, el principal flagelo de la autoridad. No existen datos que resuelvan detenciones o sentencias sobre las ejecuciones que se siguen apilando y derramando sangre en los municipios mexiquenses. Los muertos simplemente forman parte de una estadística criminal sin sentido.
Lo peor son los paliativos que buscan combatir al crimen. No sabemos si es para reír o llorar que un alcalde como el de Tlalnepantla, Pablo Basáñez, presuma que sus policías van a ser capacitados por el Vampiro Canadiense. La estrategia policíaca, de prevención del delito y de disminuir la violencia va más allá de una clase de lucha libre. Los ciudadanos no sólo están en su derecho de sentirse indignados con las autoridades que tienen, sino de encontrarse atemorizados.