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Eruviel Ávila. Negociación.

OFF THE RECORD

A un político lo califican dos de cosas: la gobernabilidad en el ejercicio del poder y sus resultados electorales. Y en esa lógica, Eruviel Ávila parece no entregar hasta el momento las mejores cuentas, y mucho menos tiene las cifras más alentadoras en los tiempos por venir. El gobernador mexiquense está preocupado y ocupado por la crisis de inseguridad, que puede derivar en una magra situación política y pésima reacción electoral el año que entra.

Para el CISEN en el Estado de México, las cosas son muy preocupantes. La violencia está rampante, en donde se concentra la mayor población de la entidad, y por lo tanto el gran porcentaje electoral que puede castigar al priísmo en las urnas en 2015. No hay forma, por lo que se diagnostica, de que se pueda frenar la ola de ejecuciones que padece el Estado de México desde el año pasado, y que en este primer bimestre se ha agudizado.

La prueba del ácido para Eruviel Ávila Villegas se llama elecciones. Eruviel recibió el Estado de México con 97 ayuntamientos priísta. En 2012, mantuvo cifras casi intactas, pero abrió dos resquicios que pueden convertirse en pesadilla. En la zona oriente, el perredismo ganó Neza –el segundo más poblado de la entidad-; y en el poniente, el panismo se alzó con la victoria en Atizapán de Zaragoza. Desde esas rendijas, izquierda y derecha pretenden recuperar el antes cinturón amarillo y el corredor azul para sus causas.

El desastre criminal que vive el Estado de México parece la mejor herramienta para pegar con tubo, y cobrar el costo político a favor. Ávila ha cerrado las intenciones lastimosas que lo echaban de la gubernatura a dos años de mandato. Pero la prueba electoral pudiera convertirse, si es que el resultado es desastroso, en el pretexto perfecto para obligar a su salida. Esa misma circunstancia aprovechó Carlos Salinas en 1989 para quitar a Mario Ramón Beteta e imponer a Ignacio Pichardo: el fracaso electoral.

Una clara señal, de lo importante que se vuelven las elecciones para el Presidente Enrique Peña, fue el regreso del atlacomulquense a la sana cercanía con el priísmo. No fue un evento casual. Detrás, hubo un absoluto respaldo a César Camacho, pero un envío de señales para echar a andar la maquinaria y aprestarse a conseguir el “carro completo” en el 2015. La advertencia está no sólo en la cancha de Camacho, sino particularmente de los gobernadores priístas, responsables más que nunca de sus estados.

Eruviel lo sabe bien, y lo entiende bien. Lo que no hay que perder de vista es la inminente falta de liderazgo en el priísmo mexiquense –la tierra natal de Enrique Peña-, frente a la desangelada dirigencia que encabeza Raúl Domínguez Rex, ocupado más de su sindicato que del partido. Ávila está a tiempo de reaccionar, y cambiar la brújula que lo rescate, o por complacencia y omisión dejar que el barco electoral se hunda. Estamos a 15 meses de saberlo.